Si existe
un director de cine al que se asocia con la recreación de los monstruos, se
trata de Guillermo del Toro. Ya sea contando una historia de la Guerra Civil
española o un romance dramático, su tendencia a incluir todo tipo de rarezas
para dar un toque de fantasía irreal y de ambientación gótica a los relatos es
célebre y resulta ampliamente aplaudida. Siempre me llaman la atención sus
proyectos y reconozco su innata habilidad para una narración cinematográfica
vinculada al denominado “género fantástico”, si bien aún no he logrado
disfrutar de la gran conexión entre su forma de entender el cine y su modo de
presentación artística. Me atrae. Despierta mi curiosidad. Incluso consigue
entretenerme. Sin embargo, no me emociona ni me encandila como a otros
espectadores.
Ganador
de tres Oscars (dos por “La forma del agua” y uno por la cinta de animación
“Pinocho”), desde sus inicios destacó por su originalidad. Otros de sus títulos,
como “Cronos”, “Hellboy” o “El laberinto del fauno”, también reflejan a la
perfección su estilo. No es de extrañar, pues, que le fascinara la figura de
Frankenstein y que, tarde o temprano, filmara una adaptación de la popular
novela.
Respecto
al personaje creado por Mary Shelley, su devenir se conoce sobradamente. No en
vano, sobre él se han rodado diversos largometrajes en distintas épocas. Desde
el encarnado por Boris Karloff en 1931 hasta el interpretado por Robert de Niro
en 1994, la atracción por tan singular perfil no decae pese al transcurso del tiempo.
En cualquier caso, tal argumento en manos de Guillermo del Toro se alza como
ese filón que ya presagiaba una obra tan portentosa en lo visual y tan contundente
en el fondo. Y así ha sido.
En mi
opinión, “Frankenstein” constituye el mejor trabajo del realizador mexicano.
Transmite casi en cada plano su pasión y su estado de éxtasis. Compagina con
acierto una exquisita y cuidada puesta en escena con los aspectos más
sentimentales de los protagonistas. Y tal vez esas ansias de Del Toro han
derivado en un metraje excesivo, aunque tampoco desentona en exceso. Obviamente,
se precisa de un mínimo de fascinación por este singular género, donde las
deformaciones físicas, las criaturas grotescas, los decorados suntuosos y el
vestuario recargado forman parte esencial de la temática. Pero, yendo un paso
más allá, tanto el libro como el film tratan temas universales e imperecederos.
Estrenada
en el pasado Festival de Cine de Venecia, llega ahora a las carteleras como una
de las propuestas de 2025. Veremos qué nos deparan el resto de candidatas que
se disputan los principales galardones venideros, pero este “Frankenstein”
obtendrá a buen seguro numerosas nominaciones. Como ocurrió con “Una casa llena
de dinamita”, se exhibe en escasas salas de proyección, como etapa previa a su
pase en la plataforma Netflix, a fin de poder competir en los certámenes que se
celebrarán en los próximos meses.
Destacan
las participaciones de dos habituales del universo de Guillermo del Toro: el
director de fotografía Dan Laustsen (quien optó a dos estatuillas doradas por
“La forma del agua” y “El callejón de las almas perdidas”) y el compositor
francés Alexandre Desplat (ya poseedor de una de ellas por la banda sonora de
la citada “La forma del agua”).
Dentro
del equipo artístico se halla el siempre versátil y acertado Oscar Isaac, una
garantía para cualquier reparto (“El año más violento”, “Ex Machina”, “Dune”,
de Denis Villeneuve, la última trilogía de “Star Wars”). Jacob Elordi da vida
al monstruo. En la actualidad promociona por todo lo alto la más reciente versión
de “Cumbres borrascosas”, que protagoniza junto a Margot Robbie. Les acompañan
Mia Goth (“Emma” -de Autumn de Wilde-, “MaXXXine”), Christoph Waltz (oscarizado
por “Malditos bastardos” y “Django desencadenado”), Charles Dance (“The
Imitation Game”, “Gosford Park”) y Felix Kammerer (“Sin novedad en el frente”,
“Edén” de Ron Howard -ahora disponible en Amazon Prime-).